martes, 9 de diciembre de 2008

El velo pintado


El otro día, mientras esperaba para entrar a la proyección de turno del festival “Almería en corto” escuchaba sin querer un fragmento de la conversación de cuatro hombres:

“Pues yo antes era de los que iba al cine en cuanto veía el nombre de Edward Norton en la cartelera. No me perdía ninguna de sus películas, hasta que vi “El velo pintado”.. La fotografía preciosa, eso sí. Era lo único que merecía la pena ¡Menudo bodrio!”

Los demás asentían, convencidos, al igual que su amigo, de que el actor había cometido un error “irreparable e imperdonable” al protagonizar esa película.

Me pregunto entonces si habrán visto “El ilusionista”…

En fin, debo reconocer que yo también suelo valorar la presencia de Edward Norton en una película. Da la impresión de ser un tío inteligente, interesante y con criterio, que suele elegir buenos proyectos.

Pero, ¿qué sucede cuando alguien así, después de asombrarnos con papeles de tipo duro y fuerte como los de “American history “X” o “El club de la lucha” nos sorprende participando en un proyecto sensible y romántico en el que interpreta a un personaje un tanto pasivo, introvertido y sereno?

¿Habrá una sola película lenta, con historia de amor que pueda gustar a todos estos tipos duros que disfrutaron con El club de la lucha? ¿O es que para ellos solo tienen valor historias de amor patológicas y extremas como las de Norton con la Bonham-Carter en este mismo film?

¿Resulta absolutamente incompatible la asociación “historia de amor sensible-buena película” para los hombres, en general?

No tengo claro si “El velo pintado” es o no una buenísima película, porque en las dos ocasiones en las que la he visto me he sentido absorbida por la historia (y eso que Naomi Watts no me enloquece como intérprete..O tal vez sea la elección de su actriz de doblaje, no lo tengo claro) y no puedo ser excesivamente objetiva. Creo que se trata de una historia de amor profunda y sencilla, con una fotografía extraordinaria y realización e interpretación impecables. Y creo que Norton, como siempre, ofrece un buen trabajo, permitiendo que veamos la evolución de un personaje, en apariencia anodino y aburrido, que acaba mostrándose ante nuestros ojos como un hombre inteligente, atractivo y con personalidad (Claro que, entiendo que los hombres no hagan esa lectura) En su línea.

Vale, comprendo que se hacen muchas películas de amor “envasadas” para el gran público con las que a veces no importaría dejar pasar la fecha de caducidad y no abrirlas (léase “Pearl Harbor”, “50 primeras citas”, o “El diario de Noa”, y un largo etcétera…).

Pero en el cine reciente existe una larga lista de comedias o dramas repletos de amor, pasión o ternura que pueden merecer la pena: “El paciente inglés”, “El jardinero fiel”, “Los puentes de Madison”, “La fuente de la vida”, “Shakespeare in love”, “Mejor imposible”, “La vida es bella”, “Mi vida sin mi”, “La vida secreta de las palabras”…


Y siempre quedan en medio toda una serie de comedias encantadoras que nos arrancarán una sonrisa y que no nos harán daño: “Cuando Harry encontró a Sally”, “Algo para recordar”, “Mucho ruido y pocas nueces”, “Cuatro bodas y un funeral”…

Sin olvidar, por supuesto, el lugar de oro que ocupa el cine clásico en mi corazón. Pero esa es otra historia.

Por fortuna, conozco a hombres que sí son capaces de emocionarse viendo una película de amor, sin entrar en `valoraciones mayores´. La última vez en la que vi llorar a uno fue en mi casa, delante de “La fuente de la vida”, de Darren Aronofsky.

Por hoy, reivindico el buen hacer de Edward Norton y una buena y sencilla elección con “El velo pintado”.

Y es que el buen cine y el amor no siempre están reñidos, chicos.

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