viernes, 12 de junio de 2009

Es hora de despedirse


Domingo, 7 de junio.

Nos levantamos alrededor de las once. Yo no podía creer que hubiera sido capaz de dormir tanto y sin pesadillas (increíble!).

Me hice la remolona y le dije que fuese él el primero en ducharse (rompiendo de nuevo con la tradición entre nosotros).

Cuando salió del baño se acercó a hasta mi cama y me tocó suavemente la espalda, a modo de indicación para que me levantara. Así lo hice, le di los buenos días con cara somnolienta y me apresuré para ducharme.

Desayunamos en el hotel, recogimos nuestras cosas con la más absoluta tranquilidad y salimos para dar un paseo, porque aún era temprano. Al salir por la puerta del hotel tropecé, y cuando estaba a punto de caer de bruces, Mattia me sujetó rápidamente, con firmeza y dulzura por el brazo, evitando que me hiciera daño.

En aquel momento no pude evitar sentir que su respuesta había sumamente veloz, demasiado atenta. Debía estar muy pendiente de mi para haber reaccionado con tanta agilidad, para no permitir que pudiera hacerme daño. Sentí que nunca permitiría que nada ajeno a nosotros me hiciera daño, aunque al mismo tiempo fuera capaz de hacérmelo, y de hacérselo a su alma...

Durante ese rato charlamos sobre cosas, en su mayoría, intrascendentes, hasta que llegó la hora de partir y salimos para el aeropuerto. Esa dichosa ciudad resulta un tanto caótica (sobre todo por las indicaciones), así que necesité media hora extra solo para encontrar la salida para la autovía. En un momento concreto, en tono de broma, dije.

- Al final llegaremos tarde y perderás tu avión.
- No pasa nada, tendrías que aguantarme unos días más en tu casa (me dijo, sonriendo).

Esta vez fui yo la que permaneció callada y no respondió. Como siempre, una parte de mi respiraba hondo al escuchar aquello, pero otra deseaba sentirse lejos, deseaba sentirse aliviada.

En otro de mis “arranques” de sinceridad absoluta, y viendo que a aquellas alturas Mattia habría notado ya que evitaba acercarme a él, le comenté que me dolía todo aquello, que estaba intentando “recolocarme” y que no iba a tocarle.

- Yo no pienso tocarte. Si deseas hacerlo, hazlo tú. No te rechazaré, pero no esperes una respuesta demasiado efusiva por mi parte. Te dije ayer, y es cierto, que algo se ha apagado en mi interior. No tengo ganas de sufrir.
Aunque pueda desear tocarte, no voy a hacerlo.

Por fortuna, llegamos con tiempo de sobra al aeropuerto. Tanto, que tuvimos que hacer cola durante una hora antes de facturar.

Pasamos la mayor parte del tiempo en silencio, mientras él me sostenía tierna, y al mismo tiempo fuertemente, con un brazo. Me prodigó caricias suaves, tiernas, intensas, obsesivas… Recorriendo casi todo el espacio que cubría mi brazo, mi espalda, mi cuello, y a ratos también mi pelo.

En un momento concreto, me giré hacia él y le pregunté:

- Tú me quieres muchísimo, ¿verdad?

Me respondió inmediatamente, asintiendo con la cabeza, al tiempo que notaba como un nudo se formaba en su garganta.

En ese momento sentí que las lágrimas acudían a mis ojos y tuve que hacer un esfuerzo enorme para contenerme y no sollozar. Busqué las gafas de sol y me las coloqué, incapaz de dejar que la gente que nos rodeaba me viera llorar en silencio. Incapaz de mirarle a él a los ojos.

No me soltó durante un segundo hasta que llegó la hora de dejar la maleta. Le acompañé hasta el acceso y allí nos quedamos unos minutos, hasta que él fue capaz de decir:

-Debo irme, o perderé el avión.

Esta vez fui yo quién asintió, enmudecida. Permanecí inmóvil, lánguida y con los brazos inertes, y dejé que fuese él quien me abrazara. Luego me dio un par de besos de cortesía, encantadoramente torpes -como solo él “sabe” darlos-, y terminó estampándome un beso solitario y espléndido con sus labios en la mejilla. Durante un instante me permití soltar las manos y sujetarle levemente por la cintura, soltándole en cuanto fui consciente de ello.

Mattia salió para dirigirse al control de acceso, y yo me quedé parada, observándole durante unos minutos, esperando al momento en el que se diera la vuelta para marcharme. Tras una pequeña espera que me pareció interminable se giró, yo le dediqué una sonrisa triste y un breve saludo con la mano y me di la vuelta, decidida. No paré hasta llegar a la salida.

Me tomé un café, tranquilamente sentada, y a los pocos minutos recibí un mensaje suyo en el móvil, con tono afectuoso y alegre, en el que me decía que al final el avión se retrasaba una hora, y en el que me pedía que tuviera muchísimo cuidado durante el camino de vuelta.

Al terminar llamé a mi mejor amiga para desahogarme con ella. Me sentía triste, vacía, desconcertada, así que la “obligué” a soportar mi relato sobre los acontecimientos del fin de semana durante una hora. ¡A veces no hay con qué pagar a los amigos…!

Salí tranquila del aeropuerto, desconecté el móvil y partí de regreso, sin derramar una sola lágrima en todo el camino. Cuando llegué a casa, a última hora, volví a conectarlo, encontrando otro mensaje de Mattia en el que me decía que ya había aterrizado, y que iba camino a casa. Yo le respondí con un mensaje cortés, aunque breve y un tanto impersonal.

Me sentía tranquilamente extraña, serena. Así que me senté y escribí un nuevo post, pensando que las lágrimas, por fin, se me habían acabado. Pero volvía a equivocarme de nuevo.

2 comentarios:

Toni Teror dijo...

Bueno, la vida da muchas vueltas, pero hay que adaptarce a las circunstancias, no siempre salen las situaciones como uno desea (sino sería feliz), pero sería injusto pensar en lo mal que estoy cuando estoy seguro que hay gente mucho peor que yo (quizás sea mi "consuelo"). Seguro que con el tiempo te saldrá todo bien.

Un beso wapa y hasta pronto! xD
Ver video pulsa AQUI

mAlicia dijo...

Hola, Toni!

Perdona que no te haya respondido antes, pero por un lado apenas estoy parando en casa, y por otro tengo visita...

Pues si, las cosas con frecuencia no salen como uno desea, o como uno sueña. Y aunque sepamos que otras personas tienen mil motivos para sufrir más que nosotros, no podemos dejar de sentir el dolor que solo nosotros sentimos... Ahí voy, con cambios de humor a ratos, pero tirando. Incluso podría decir que estoy un poco más animada.

Un besote, apañao´, ya me conecto en otro momento con más tiempo.

Un besote!!