viernes, 4 de septiembre de 2009

Dos son compañía (I)

Paradójicamente...Uno

Me pasé por el aeropuerto a recogerte a las cuatro de una calurosa tarde de agosto. Fue una media jornada tranquila, divertida e intensa. Playa, cine y marcha por la noche –todo lo que sabía que tú querías hacer-.

Al día siguiente salimos para pasar un par de días en un pueblo de costa muy animado, con una vida nocturna fantástica. Te había hablado en varias ocasiones de él, aunque en ésta, concretamente, te había dicho que no podía ser porque yo no tenía dinero para el hotel. Me respondiste inmediatamente con un e-mail con el alojamiento ya elegido, y una simple nota que decía: “de la reserva me encargo yo. Qué te parece?”.

De nuevo, interpreté tu gesto como una señal de interés por estar conmigo, por pasar una noche juntos, y no como un simple deseo de conocer sitios nuevos y salir de marcha.

A pesar de la vergüenza que me provocaba el hecho de que volvieras a invitarme, acepté, porque esta pequeña escapada suponía dormir una noche a tu lado, en la misma habitación.

Salimos a media mañana, llegamos al pueblo y buscamos el hotel y un sitio para comer al que yo deseaba llevarte. Durante el almuerzo me enseñaste algunas fotos, y un vídeo de la salida que habías hecho la noche antes de llegar -en Roma- con algunas de tus amigas. Habíais tropezado, sin esperarlo, con un espectáculo de música y fuegos artificiales magnífico en Piazza di Spagna, así que traté de controlar la envidia y los celos que me corroían, por no haber estado allí contigo, y te mostré la mejor de mis sonrisas.

Pero en el fondo, me jodía que Gabriella y las demás hubieran querido quedar contigo para despedirse antes de que vinieras a buscarme.

Tampoco dejaba de pensar en el hecho de que ellas se marchaban a Sicilia, y de que habían querido que tú también fueses.

Antes de comer seguimos viendo más fotos, mientras esperábamos a que alguien dejara una mesa libre. Aproveché para preguntarte por tu familia, y tú, por primera vez en ocho años, me mostraste una imagen de tu hermano mellizo. Tenía tantas ganas de verle, de saber hasta qué punto se parecía a ti... Me habías dicho en más de una ocasión que él era “el guapo” de los dos, y yo había aprovechado para dejar caer con una sonrisa un “pues si él es el guapo y no tú, será para verlo, no?”. Le miré detenidamente durante unos minutos, llena de curiosidad y de satisfacción, dándome cuenta de lo diferentes que erais, y buscando, al mismo tiempo, todos los pequeños rasgos que compartíais: un cierto aire familiar, los ojos, la nariz, la forma de la mandíbula... En ese momento tuve, de nuevo, claro, quién de los dos era el más guapo, y quién el atractivo. Y así te lo dije:

- No estoy de acuerdo contigo, tú eres más guapo que tu hermano.
- No, él es más guapo que yo, siempre lo ha sido.
- No opino lo mismo (pero ni de lejos!)
- Las chicas siempre le han mirado a él cuando íbamos juntos por la calle.
- Claro, eso es porque él es seguro de sí mismo y resuelto.
- Que no, que no tiene nada que ver con eso. Incluso estando en el autobús, por ejemplo, sin que estuviéramos hablando. Podía acercarse una chica y comenzar a hablar con él.
- Ya, pero eso es porque una persona que se sabe atractiva lo dice todo con la postura corporal, con la mirada, y a las mujeres nos llaman la atención los hombres así. Tú eres el tímido, y también lo dices todo con tu cuerpo, sin abrir la boca.
- No tiene nada que ver con eso, de verdad.
- Pues claro que si –respondí con una sonrisa-.

En ese momento volví a ver la falta de autoestima que hay en ti, y tu inseguridad, que te llevaban a querer ver solo la razón más obvia: tu hermano tenía más éxito con las mujeres porque era, en tu opinión, más atractivo físicamente, y no porque tuviese la suficiente cara dura y la seguridad necesarias para saber mirar y atraer a una mujer sin abrir la boca. Pero decidí no insistir más.

Al terminar permanecimos sentados en el mismo sitio, durante casi un par de horas más. Era un local agradable, junto al mar, y la mesa en la que estábamos se encontraba cerca de unos escollos, a pocos pasos de la orilla.

Fue un rato de confidencias –como siempre, más por mi parte que por la tuya-, un rato de reflexión y de dudas, en el que traté de decirte una cosa que solté en mi cabecita mil veces en silencio, pero que, finalmente, no fui capaz de articular con palabras.

Durante unas horas sentí un bloqueo parecido al que veo en ti; mi boca trataba de moverse para emitir un sonido, pero mi garganta se negaba a darle forma al aire que salía. Y dolía... Y todo, para formular un simple “Sabes? Si tú me hubieras respondido otra cosa en Francia Fabio no vendría a este viaje”. Pero aún no te había dicho nada al respecto y la cobardía me pudo.

Nos marchamos de allí cerca de las siete, y nos dirigimos hacia la playa para descansar un rato, aprovechando las últimas horas de sol. Con el último fragmento de luz nos levantamos y volvimos a nuestro hotel para ducharnos, cambiarnos y salir disparados. Nos esperaba una larga noche de marcha.

Para eso habíamos venido, ¿no?

...

4 comentarios:

Unknown dijo...

Interesante... aunque igual le tenías que haber dicho: "Sí, tu hermano es atractivo... Sin embargo, tú lo que das es un morbazo que tira patrás, pregúntale a la Guiri..."

Bueno, lo mismo el que se te cae patrás es él...

mAlicia dijo...

Pues si, por ahí van los tiros, por el tema del morbazo!

Jajajaja! Pero lo de la Guiri no habría sido capaz de decírselo!

Eso si, cierto que se le hubiera quedado la cara a cuadros si hubiera sido capaz. :-)

LILIT dijo...

uhmm....no hace mucho que sigo con curiosidad esta historia -y seguiré- pero sí lo suficiente como para preguntarme: ¿por qué todo esto? ¿tantas angustias como he leído son necesarias? ¿qué le aporta este chico?

ya, demasiadas preguntas ¿verdad?
bueno, yo las dejo ahí, en el aire, o en mi aire, quizás sólo pienso en algo y dejo que me oigas. :) o te comparto lo que me provocan tus historias, ok?

mAlicia dijo...

Hola, Lilit!!

Me alegro de saber que te pasas de vez en cuando por aquí de visita.

Pues si, yo misma me he preguntado mil veces las razones por las que no soy capaz de controlar esta atracción y cortarla de raíz, o al menos reconducir mis emociones para dejar de sentir lo que siento por él... Pero es algo que me desarma. Y como a él le sucede lo mismo, nos pasamos el tiempo dando vueltas y vueltas dentro de un círculo que nunca se cierra.

Es cierto que yo comparto con vosotros en especial lo negativo, pero estando a su lado siento muchas cosas, paso momentos deliciosos, llenos de ternura y de felicidad... Quizá sea ese sabor "agridulce", esa eterna mezcla de amor y desencuentro la que hace que nos enganchemos a las cosas y a las personas: un "ni contigo ni sin ti...".

En fin, han pasado unas cuantas cosas desde que volví de mi viaje, y acabo de tomar en estos días una decisión importante que podría -o no- dar un giro importante a la historia. Pero seguramente esperaré un poco antes de contaros como va, cuando las cosas estén más claras.

Un besote, guapa!

Me paso por tu blog a visitarte en cuanto tenga otro ratito libre!!!